¿Estamos ante el final del oficio del albañil en la construcción?

La falta de mano de obra en la construcción es alarmante. Según la RAE la albañilería es el arte de construir edificios y obras en que se empleen, según los casos, ladrillos, piedra, cal, arena, yeso, cemento u otros materiales semejantes.

REFLEXIONES DE ACTUALIDAD

Ignacio Sordo

4/17/20234 min read

En la Edad Media en España existían una enorme cantidad de especialistas de la construcción y además mucha mano de obra cualificada que nunca recibió el reconocimiento de “maestros de obras o alarifes”.

Es interesante recordar como el exclusivismo en el trabajo, que era la base fundamental del “gremio”, producía la especialización de dichos gremios y creaba oficio.

La jerarquía gremial era imprescindible para su propio funcionamiento. Las figuras del Maestro, Oficial y Aprendiz, y contando en algunos casos con Veedores (que se encargaban de vigilar que se cumplían las Ordenanzas), tenían unos cometidos propios y característicos de esas categorías.

Por supuesto, se comenzaba de aprendiz y cada uno de los gremios tenían sus propias Ordenanzas que regulaban ese aprendizaje en función de la dificultad del oficio, y también en función de la población donde se desarrollaba su actividad. (¿Suena a los convenios colectivos provinciales?)

El aprendizaje se realizaba mediante un contrato entre los padres del chico y el maestro, cuando tenía 10 o 12 años, y este se comprometía a trabajar un número de años, sirviendo al maestro, incluso en las tareas domésticas, mientras que el maestro se comprometía a enseñarle todos los secretos del oficio, y a mirar por el paternalmente, dándole ropa, comida y a veces un pequeño salario.

Cuando se acababan los años de aprendizaje, el aprendiz pasaba a oficial y ya podía contratar libremente con cualquier maestro, aunque no podía tener ni taller propio ni aprendices. Algunos de estos oficiales llegaban a maestros, mediante un examen, y se convertían en una persona de reconocido prestigio social.

El gremio exigía trabajar bien, por lo que pertenecer a un oficio determinado era un orgullo por dicho oficio.

El dato más antiguo que se tiene de los gremios de construcción en España procede de Cataluña con el gremio de canteros y albañiles del año 1.214.

La revolución liberal iniciada en las Cortes de Cádiz, decretando el 8 de junio del año 1813 la libertad de industria y de trabajo, no provocaron la abolición de los gremios (como si ocurrió en Francia con la Ley Le Chapelier de 1791), pero si le dieron una estocada de muerte a los privilegios que hasta entonces tenían, y ya en las Regencias del Reinado de Isabel II se produjo la abolición de este sistema.

El gremio desapareció, y algunos lo citan como precursor de los primeros sindicatos de oficios, pero lo que no desaparecieron fueron algunas de las costumbres de la época.

Dando un salto hasta nuestros días, muchos no conocen que, como hacía el maestro constructor en la baja edad media (en la novela Los Pilares de la Tierra de Ken Follet se refleja como el maestro constructor Tom Builder, deja como legado sus herramientas), el oficial de albañil, sigue aportando herramientas de mano de su propiedad a la obra, tales como paletas, macetas, punteros, cortafríos, plomada, nivel de mano, llanas, etc., y; son tan celosos con sus propias herramientas, que la mayoría de los oficiales no permiten que estas sean tocadas por sus ayudantes…..

Esta situación no es más que una herencia del orgullo por su oficio que deriva de aquella situación gremial, del TRABAJO BIEN HECHO, y que ha tenido y continúa teniendo vigencia hoy día, al que la legislación continúa dando respuesta (como el artículo 47.3.b del vigente Convenio General del Sector de la Construcción que señala como “percepciones económicas no salariales los gastos que realizase el trabajador como consecuencia de su actividad laboral, tales como las herramientas….”), y en no pocos Convenios Colectivos Provinciales se recoge ese plus de desgaste de útiles y herramientas.

La Confederación Nacional de la Construcción (CNC) realiza de manera incansable todo tipo de acciones para atraer trabajadores a un sector donde los buenos oficiales pueden ganar más de 100 euros al día, y al contrario que en otras actividades de peores remuneraciones y jornadas más largas, en la construcción se descansa desde el mediodía del viernes hasta el lunes.

No se consigue atraer a la juventud, se calcula que faltan más de 700 mil profesionales en el sector, y la formación necesaria para ser un buen oficial no se adquiere en 2 o 3 cursos por mucho que queramos, por lo que esta (que es imprescindible) debería venir acompañada de incentivos y facilidades para las empresas contratantes.

Esto que ocurre en los albañiles es replicable en otros oficios del sector, como electricistas, fontaneros, carpinteros, pintores, cerrajeros, etc.

¿Llegamos tarde a la continuidad de estos oficios? o aún da tiempo a reciclar, formar, y renovar una mano de obra que ocupa en la actualidad a 1,4 millones de trabajadores de los que se jubilarán en los próximos 15 años unos 480 mil….

Este es el gran reto, y sería precioso que no solo se consiguiese atraer savia nueva al sector, sino que los futuros oficiales continuasen con el ORGULLO DE PERTENENCIA, con su celo por el trabajo bien hecho (¡por supuesto con sus herramientas!), a un oficio y arte que hunde sus raíces en siglos de sabiduría y buen hacer.